6 resultados para túbulo intersticio

em Memoria Académica - FaHCE, UNLP - Argentina


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El artículo versa sobre la relación intrínseca entre la escritura intermedial de Julio Llamazares y su temática del pasaje, entendiendo por intermedialidad no la inclusión armónica, sino la intermitencia producida por la incorporación de un medio a otro. Así, la obsesión por la recuperación siempre insuficiente del pasado individual y colectivo que caracteriza a sus textos, se refleja en la incorporación de técnicas mediáticas como las de la fotografía y las de la cinematografía que, por un lado, refuerzan el poder mimético de su escritura, pero por otro subrayan el intersticio o la llaga que se abre tanto entre los medios como entre presente y pasado. Lo que a Llamazares le interesa sobre todo son las pérdidas que en el acto de tránsito (existencial o medial) siempre ocurren -y son estos restos perdidos los que vuelven a sus textos, los intranquilizan bajo una superficie aparentemente llana y los que regresan como fantasmas inquietantes desde las lejanías suprimidas. Así, mientras que en sus novelas son las sombras del pasado que vuelven, en sus guiones para el cine -mucho más abiertamente políticos- es el tema de la migración legítima o ilegítima que se ilustra por el pasaje de fronteras y de medios. Y mientras que en las novelas la escritura intermedial se hace espectrología e ilustración del pasaje que debe franquearse para que lo inmóvil o muerto se ponga en marcha y vuelva sin, por eso, perder su anclaje en un tiempo y espacio pasados, en las películas se pone en escena el constante pasaje de la frontera en búsqueda de la supervivencia existencial. En los dos casos es sólo en el "entre" o más allá de la frontera, en su apertura y permeabilidad hacia los dos lados, que se abre un espacio para vivir.

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Narrar significa seleccionar la materia digna de ser referida y admitir huecos en la trama. En la tradición oral esos intersticios son colmados por el narrador, técnica que se conserva en las primeras novelas impresas. Cuando más tarde ni el autor ni el editor cumplen con esa tarea, el mismo lector se ve obligado a completar el texto sirviéndose de asociaciones propias que escapan al control del autor. Desde que la colocación de los capítulos se ha vuelto aleatoria como en Rayuela de Julio Cortázar los complementos imaginados por el lector para rellenar los intersticios resultan más individuales. Ese fenómeno se acentúa cuando los relatos son brevísimos y todos ofrecen contenidos diferentes como pasa en las antologías de microrrelatos o en ciertas novelas recientes. De acuerdo con la tendencia contemporánea a la ?fragmentación de una totalidad de sentido? recordada por Lauro Zavala a propósito del microrrelato, el lector de Bartleby y compañía por ejemplo se queda como abrumado por la diversidad de las anécdotas referidas y los huecos consecuentes en la narración. Ese fuego nutrido al que le expone Enrique Vila-Matas sugiere al lector un sinnúmero de asociaciones y lo transforman en co-autor

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El artículo versa sobre la relación intrínseca entre la escritura intermedial de Julio Llamazares y su temática del pasaje, entendiendo por intermedialidad no la inclusión armónica, sino la intermitencia producida por la incorporación de un medio a otro. Así, la obsesión por la recuperación siempre insuficiente del pasado individual y colectivo que caracteriza a sus textos, se refleja en la incorporación de técnicas mediáticas como las de la fotografía y las de la cinematografía que, por un lado, refuerzan el poder mimético de su escritura, pero por otro subrayan el intersticio o la llaga que se abre tanto entre los medios como entre presente y pasado. Lo que a Llamazares le interesa sobre todo son las pérdidas que en el acto de tránsito (existencial o medial) siempre ocurren -y son estos restos perdidos los que vuelven a sus textos, los intranquilizan bajo una superficie aparentemente llana y los que regresan como fantasmas inquietantes desde las lejanías suprimidas. Así, mientras que en sus novelas son las sombras del pasado que vuelven, en sus guiones para el cine -mucho más abiertamente políticos- es el tema de la migración legítima o ilegítima que se ilustra por el pasaje de fronteras y de medios. Y mientras que en las novelas la escritura intermedial se hace espectrología e ilustración del pasaje que debe franquearse para que lo inmóvil o muerto se ponga en marcha y vuelva sin, por eso, perder su anclaje en un tiempo y espacio pasados, en las películas se pone en escena el constante pasaje de la frontera en búsqueda de la supervivencia existencial. En los dos casos es sólo en el "entre" o más allá de la frontera, en su apertura y permeabilidad hacia los dos lados, que se abre un espacio para vivir.

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Narrar significa seleccionar la materia digna de ser referida y admitir huecos en la trama. En la tradición oral esos intersticios son colmados por el narrador, técnica que se conserva en las primeras novelas impresas. Cuando más tarde ni el autor ni el editor cumplen con esa tarea, el mismo lector se ve obligado a completar el texto sirviéndose de asociaciones propias que escapan al control del autor. Desde que la colocación de los capítulos se ha vuelto aleatoria como en Rayuela de Julio Cortázar los complementos imaginados por el lector para rellenar los intersticios resultan más individuales. Ese fenómeno se acentúa cuando los relatos son brevísimos y todos ofrecen contenidos diferentes como pasa en las antologías de microrrelatos o en ciertas novelas recientes. De acuerdo con la tendencia contemporánea a la ?fragmentación de una totalidad de sentido? recordada por Lauro Zavala a propósito del microrrelato, el lector de Bartleby y compañía por ejemplo se queda como abrumado por la diversidad de las anécdotas referidas y los huecos consecuentes en la narración. Ese fuego nutrido al que le expone Enrique Vila-Matas sugiere al lector un sinnúmero de asociaciones y lo transforman en co-autor

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